El fragmento a analizar, es una obra de Baldomero Lillo,
conocido por relatar la vida que se llevaba en las minas, específicamente Lota,
y con esto, crear una especie de demanda o crítica a la situación de los
mineros, quienes eran arrastrados por una vida cíclica, rutinaria, donde la
muerte, la miseria y los inhumanos tratos estaban a merced. Es en esta
capacidad para relatarnos las diversas situaciones que podemos utilizar de base
para empezar a cimentar nuestro análisis.
Lillo, en el fragmento, nos presenta la situación y nos
sumerge en la escena propuesta, con una sobredosis descriptiva, de hecho,
podemos percibir que para cada sustantivo, se nos entregan alrededor de tres
adjetivos calificativos, podemos apreciar en el primer párrafo que se nos
presenta una escena: la extracción de un caballo en la mina, y se nos indica
inmediatamente: acontecimiento no muy frecuente. Luego se nos dice que esta
situación había agrupado a un piño de obreros y posteriormente se nos describe
el accionar de estos, no con verbos que nos indiquen acción o articulación
dentro del relato, sino que con verbos estáticos, intransitivos, carentes de
complementos directos.
Ya en el segundo párrafo, nuestra afirmación se vuelve
patente, partiendo con un “todos eran viejos, inútiles para el los trabajos del
interior de la mina” luego se nos presenta la “claridad del sol” en oposición a
la oscuridad de la mina, para luego seguir describiéndonos al caballo como un
viejo y leal amigo, finalizando este con “fatigas de una penosa jornada”.
Así, el fragmento nos va insertando en la atmosfera de
aquellos días, con una descriptividad sorprendente, característico del estilo
naturalista al que pertenecía Lillo.
Lillo además de las descripciones que nos presenta, nos
habla en un pasado imperfecto, mostrándonos acciones que no acaban, enfatizando
que estas –las acciones- deben seguir una continuidad en el tiempo, una
repetición sin fin:
“A muchos les traía aquella bestia…”
“Todos conocían a Diamante…”
“… e infatigable trotaba con su tren…”
“Todos esperaban silenciosos…”
“Un calor sofocante subía de la tierra calcinada”, etc.
El fragmento además posee un narrador testigo, inmerso en la
obra, imparcial, que no duda en dar su opinión respecto a los acontecimientos
que se llevan a cabo, o mejor dicho, a la escena que se puede presenciar.
Además, aparte de identificar cuestiones meramente
lingüísticas, podemos también observar como Lillo nos presenta la situación de
los mineros, a modo de crítica, con cada detalle, que nos muestra además el
profundo conocimiento del autor respecto a la situación que nos presenta, y
esto no está dado por la casualidad, Lillo, debió abandonar tempranamente sus
estudios para constituirse como empleado de una pulpería de un establecimiento
minero en Lota, oficio que, afortunadamente, le daba espacio para la lectura.
Es interesante recalcar además en el fragmento, la profunda
admiración que sentían los mineros hacia el caballo, el cual es descrito casi
con elogios
“Todos conocían a Diamante, el generoso bruto, que dócil e
infatigable trotaba con su tren de vagonetas, desde la mañana hasta la noche,
en las sinuosas galerías de arrastre.”
Ciertamente, un ser de esas capacidades debía de ser
admirado, que pudiese trabajar incansablemente, desde el día hasta la noche,
sin conocer la fatiga, era algo ciertamente deseable, en un contexto donde los
trabajos era basados en la fuerza (además del intrínseco orden que el narrador
caracteriza similar al de las hormigas) y aquel que no podía llevar a cabo las
tareas era relegado a trabajos menores, pero no por ello menos agotadores. El
hecho de que además aquella bestia pudiese trabajar desde el alba hasta el
anochecer, era inspirador, considerando que las faenas consistían en turnos de
aproximadamente 18 horas, algo no menor, estos hombres tan solo disponían de
unas 5 horas aproximadamente para dormir, lo que nos devela el porqué era tan
querido este animal infatigable, además, llevándonos a otro plano, ¿Hasta qué
punto un animal es diferente al hombre? ¿En qué manera el animal es mejor o
superior? ¿En qué momento no lo es? Hablando respecto a esto último, podríamos
decir que en el contexto que nos presenta Lillo, este caballo es un ser
superior, como se mencionaba anteriormente, la fuerza es lo que prima en estas
labores, el no cansarse, el permanecer afanoso toda la jornada, algo en lo que
el animal era superior, e instaba a inspiración. De esto se extrae la condición
inhumana, una condición en la que el hombre se ve a menos ante un animal, donde
lo característico del hombre, el raciocinio no tiene relevancia, donde solo
importa extraer el mineral, y mientras más soportes, más admirado se puede ser,
y más inspiradora será la propia existencia.
Además, curiosa es la forma en que se nos presenta el efecto
de realidad, con una alta descriptividad, que pareciera ser superflua, sin
embargo, nos van creando la verosimilitud, además de irnos sumergiendo en el
relato, no obstante, la descripción aún al parecer vana y con fines meramente
epidícticos, tiene una carga de singular importancia, es esencial para la
muestra de la realidad, y con esto, para la denuncia que se nos presenta,
haciéndose Lillo a sí mismo, como el hacedor en tercer grado que describe
Platón, en pro de la simulación exacta de la esencia, en este caso, las minas
de Lota. Esta descripción y sus excesos
no tienen fundamentos ni justificación en lo funcional, sino que en lo
estético, una belleza que va más allá de lo meramente convencional, y nos
presenta con una armonía casi caótica una protesta, un grito de denuncia.
Lo que se señala corresponde a la teoría de los espacios vacíos ?
ResponderEliminarExacto! Pensé que no se iba a notar, es sobre la función de los detalles y los indicios de Roland Barthes :)
EliminarMuy buen análisis. He leído toda la obra de Baldomero Lillo, y definitivamente me quedo con Los Inválidos. Me impresiona la descripción tanto del paisaje cómo de los acontecimientos. Soy aprendiz de escritor de cuentos en prosa y la influencia de Lillo en mi estilo es patente.
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